sábado, 18 de mayo de 2013

KatrinaXAlexiaXIsobelle

He aquí dos fotos donde planteo las clases de situaciones que pueden surgir entre Isobelle, Alexia y yo.



Pues, en esta primera foto, Isobelle descubre a Alexia intentando forzarme a punta de golpes, (los cuales yo he devuelto por supuesto) e Isobelle interfiere, mandando a Alexia a casa, logrando separarla de mi (cuando yo en realidad tenía todo bajo control, obvio).


En esta foto, Alexia contrata a un hombre conocido como Smee para que recupere a Isobelle, quien se ha ido de casa. Smee logra atrapar a Isobelle, y Alexia no cabe dentro de si de lo triunfante que se siente. Yo no he visto a Isobelle en todo el día y comienzo a sospechar, cuando en realidad, Alexia la ha encerrado en el sótano de su casa. Al decidirme a buscarla, encaro a Alexia, con quien luego peleo, pero, no cuento con el hecho de que Alexia se ha preparado y cuando yo tengo una daga en mano, ella tiene una pistola en la suya. 

(Ambos montajes editados por mi. Actrices: Isobelle-Emilie de Ravin./Alexia-Meghan Ory/ Yo-Katie Cassidy)


Katrina Sinclair. Cambio y Fuera.

Triángulo Amoroso Forzado en #NewStorybrooke

Si comenzamos a conversar sobre mis relaciones en este nuevo pueblo americano, debo mencionar que comparto en mi día a día con dos personas más que con los demás (y más de lo que me gustaría admitir). Estás son la pareja French: Isobelle y Alexia French.

(Isobelle French)

Isobelle es escritora de novelas, y pues, la pobre es víctima de un matrimonio abusivo y de maltrato doméstico. No solo sufre de éste problema en casa, si no que también, sufre de una patología que la lleva a creerse los relatos que ella misma escribe. Isobelle está convencida de que yo soy mercenaria, no se como sabe que lo soy, pero como todos conocen acerca de su problema, nadie le cree sobre mi verdadera profesión en verdad.

(Alexia French) 

Alexia French, por otra parte, es la fiscal del pueblo. Una mujer con un buen carácter que tiene el gran prestigio de que jamás ha perdido un caso en toda su carrera. Alexia sufre de problemas de ira y descarga su enfado en Isobelle, golpeándola. Si no está en casa haciéndole la vida imposible a Isobelle, está molestándome a mi durante las noches, cuando trabajo en el bar llamado The Rabbit´s Hole.

(Imagen Editada por @OnceHatter Yo soy la segunda de izquierda a derecha)


Así que, volviendo al punto. Alexia también tiene cierta adicción al alcohol (sobretodo al vodka) y suele ir al bar a embriagarse. Cuando se encuentra en semejante estado de embriagues suele encapricharse con cosas como por ejemplo, tenerme para ella por una sola noche (Saben a lo que me refiero) y termino apartándola a golpes y patadas. Que conste que no la he golpeado muy fuerte aún porque, por más ex-militar que yo sea y todo, no debería meterme en problemas con una fiscal, por no meterme en problemas con la ley, por supuesto. 

Así que este par de mujeres conviven conmigo muy a menudo en este pequeño pueblo de Storybrooke. Mas adelante les haré saber que es de la vida de éstas dos. 


Katrina Sinclair. Cambio y Fuera.



Un placer para ti conocerme.

Querido/a Lector/a:

Si estas aquí, espero que sea porque no me estés buscando por parte del gobierno alemán. -cargo el arma.- 

Mi nombre es Katrina Sinclair, nací en Frankfurt, Alemania. Soy la segunda hija de seis hermanos, y la única hija. Parece que ésta era razón suficiente para que mi madre me adorara más que a cualquiera de todos nosotros, y para que mi padre exigiera más de mi persona. A los seis años, mis dos hermanos menores, gemelos, recién nacidos, murieron enfermos. Me duele recordarlo, si, pero fue hace tantos años ya, y yo estaba tan pequeña, que lo único que recuerdo es haber rezado aquella noche a petición de mi amada madre y haberme ido a dormir en sus brazos, mientras ella sollozaba y me abrazaba contra ella. 

Crecí con el deseo, el sueño, y la preparación para lograr cumplir la meta que mi madre y yo habíamos decidido que sería mi futuro: Ser Bailarina. Aprendí a bailar ballet -y además a hablar ruso, siendo mi profesora una ex-bailarina de la compañía de ballet en Moscú-, Flamenco, -al igual, con clases de español incluidas.- y Tango, después de haber visto a un par de turistas latinos bailando en un bar al aire libre al ritmo de las notas apasionadas de un violín. No solo creció conmigo la disciplina, la fuerza, la agilidad, y la ilusión de vivir en un mundo donde el idioma era la música, si no también mi madre creció en ánimos de ver como su niña adorada daba pasos triunfantes hacia un futuro exitoso. Hasta que llegó mi padre, y lo arruinó todo.

Mi padre, el General Friederich Sinclair, quiso que sus tres hijos varones -Alexander, Conrad, y Domimik- y yo nos en listáramos para la Academia Militar. Mis dos hermanos menores -Conrad y Dominik- no tuvieron problemas al respecto, y después de presentar su examen de admisión, entraron con perfectos promedios a la Academia. Mi hermano mayor, Alexander, deseaba con ansias convertirse en piloto de las Fuerzas Armadas, pero al someterse a los exámenes médicos, la miopía arruinó su sueño, haciendo que tuviese que usar lentes, y terminó estudiando medicina, para convertirse en doctor dentro de la enfermería del cuartel. Cuando intenté razonar con mi padre, intentar hacerle entender que la vida en la milicia no era la vida que yo quería para mi, si no al contrario, había pasado toda mi vida trabajando para lograr ser una bailarina profesional, lo único que conseguí por parte de mi padre fue una buena cachetada, un par de insultos y cinco escoltas que se aseguraran de que yo entrara y saliera del recinto donde debía presentar mi prueba de admisión para la Academia Militar.

Después de años en el servicio, logré llegar al rango de Teniente. No se si mi padre se sentía orgulloso de mi, y si lo sintió, nunca lo mostró. Lo único que odiaba tener que agradecer es que, siendo mi padre General, mis hermanos y yo habíamos adquirido una clase de mayor respeto a medida que alcanzábamos rangos mayores. Siendo Teniente fue cuando conocí a mi amado Christopher Jenkins. Aún no voy a olvidar el primer día que nos vimos. Christopher venía desde Munich, puesto que él y otros miembros de su cuartel habían sido convocados a una reunión rutinaria que se repetía cada tres meses, la cual era más que todo para intercambiar informes entre los jefes de los distintos cuarteles. Yo me aburría más en aquellas reuniones que un chico que odia los números en clases de matemáticas, pero siendo Teniente, era mi obligación asistir. La primera noche de la reunión, los hombres se fueron a uno que otro bar de la ciudad, y cuando mi padre me preguntó que haría aquella noche, llegó Christopher, justamente para pedirme que le mostrara la ciudad.
Al parecer, mi padre le tenía apreció, por que si no, no hubiese dado su consentimiento para yo poder aceptar tal invitación.

Aquella noche fue la primera en la que verdaderamente me reí después de años. Christopher era tan divertido, tan lleno de audacia y ganas de vivir, carismático, y todo un caballero. Paseamos por las calles de la ciudad en nuestros uniformes, y nunca olvidaré cuando una niña de unos ocho años se nos acercó y nos dio a ambos una flor. Christopher tomó la flor con delicadeza entre sus dedos y la colocó en mi cabello, ahí donde comenzaba mi trenza. Esa noche fue la primera vez que besé los labios de un hombre. Un hombre al que amaba y que él me amaba de vuelta.

Después de años en una relación seria, Christopher decidió repetir todo lo que hicimos aquella primera noche en la que nos conocimos, y cuando llegamos a la calle donde la niña nos había dado la flor, él se agachó y me propuso matrimonio. Mis hermanos lo trataban como si fuese un hermano más, y mi madre lo quería como a otro hijo, pero mi preocupación era mi padre. Él tenía la última palabra acerca de mi compromiso. Supe que Dios existía cuando mi padre nos dio su bendición.

Por cuestiones de re-organización en los cuarteles, Christopher fue transferido a Frankfurt, al cuartel donde yo servía. Ahora, como nos veíamos a diario, se me hacía más relajada la intensa jornada. Y una noche, sucedió. Sucedió aquello que cambió nuestras vidas. Christopher y yo estábamos en mi oficina, compartiendo una copa de vino y revisando unos archivos. Reíamos como unos tontos, y el jugaba a besarme cuando yo intentaba concentrarme en el trabajo que había por hacer. Creímos que estábamos solos hasta el momento en que escuchamos pisadas en el corredor. Christopher apagó las luces de mi oficina, para  poder escuchar detenidamente la conversación que los hombres fuera de mi oficina estaban teniendo. Reconocí las voces al instante, eran el Almirante y el Capitán, los cuales discutían sobre asuntos de gobierno. Me pareció una conversación normal y corriente hasta que escuché la frase "Estaremos listos para el golpe". Recuerdo que, aunque me encontrada sumida en la oscuridad de mi oficina, pude ver a Chris del otro lado y hacer contacto visual con él. Nuestras miradas decían una sola cosa. "¿Golpe de Estado?".
Desde aquella noche nada volvió a ser igual. Todas las noches, ambos investigábamos a escondidas a los otros militares, armábamos expedientes, creábamos redes, archivos y documentos, todo entre nosotros dos para descubrir quienes, porque, cuando y donde harían aquel Golpe de Estado. Chris y yo hacíamos un buen equipo. A medida que avanzaba nuestra investigación, mayor nos uníamos. Cuando el miedo se apoderaba de uno de los dos, el otro lo ayudaba a recuperarse con palabras de amor. Las únicas discusiones que surgían eran cuando Chris insistía en que yo debía comunicarle a mi padre lo que estaba pasando. Siempre me negué a hacerlo. Mi padre era un General, si mis superiores estaban metidos en esto mi padre seguramente era el cabecilla de los golpistas, siempre buscando más poder, aquella ambición que tenía era algo que yo no podía tolerar de él. Así que me callé. Me callé y mi padre no se enteró del golpe por mi parte, hasta que fue muy tarde.

En una hermosa noche estrellada, mi madre y yo brincábamos y temblábamos de la emoción al verme con el vestido de novia puesto. Aún recuerdo cuando llegué a la iglesia. Las rosas blancas y rojas estaban por doquier. Todos los invitados sonreían radiantes al verme. Y Chris. Chris de pie en el altar, viéndome con una sonrisa radiante, la sonrisa del hombre del que me enamoré desde el primer día que nos vimos. Mi padre tomó mi brazo y me escoltó al altar con una delicadeza inusual en él. Al llegar, tomó mis manos y besó mi mejilla, y me dedicó una mirada de total aprobación, lo más parecido a una sonrisa de lo que me había regalado en años. La ceremonia comenzó y se desarrolló con tranquilidad. Dijimos nuestros votos, intercambiamos anillos, y tomamos nuestras manos y dirigimos nuestras miradas al resto de los invitados cuando el cura hizo la típica pregunta "¿Alguien se opone a la unión de estos dos jóvenes? Él que lo esté que hable ahora o calle para siempre". No me dio tiempo de sonreír al creer que nadie hablaría, cuando las puertas de la iglesia se abrieron de golpe, con un estallido ensordecedor, y militares, guiados por el Capitán y el Almirante, entraron a la iglesia, y alzaron sus armas contra nosotros, gritando ofensas y apretando el gatillo. Vi a Chris, sabía lo que aquello significaba. Nos habían descubierto. Los escoltar de mi padre se pusieron en pie, y las balas atravesaron el aire, las paredes y cuerpos de los allí presentes. Hice un gesto de comenzar a correr para salir de ahí, tomando la mano de Chris, cuando él me detuvo. Volteé a verlo. Vi sus ojos, ojos de mirada preocupada, y luego ambos bajamos la mirada, y vimos la mancha roja que crecía en su pecho. Chris perdió las fuerzas y cayó al suelo, dejándome yo caer de rodillas a su lado. Intentaba hacer que su herida dejara de sangrar desesperadamente  pero mis manos parecían ser torpes y solo lograban ensuciarse y manchar mi vestido. Chris tomó mi mano con las fuerzas que le quedaban y susurró a mi oído "Huye." y en ese instante, una bala alcanzó mi brazo. Grité del dolor, pero logré incorporarme. Chris ya había cerrado sus ojos para no volverlos a abrir jamás. Lo último que pude ver antes de salir corriendo de allí fue ver a los militares tomar a mis hermanos, a mi padre, y a mi madre, y llevárselos a la fuerza. Mi madre y yo intercambiamos miradas solo un instante, pero aquello fue suficiente para que me sususrrara "Te amo" por última vez. Salí corriendo de aquella iglesia, y atravesé las calles de Frankfurt corriendo con un vestido de novia manchado de sangre y llorando bajo un cielo realmente estrellado.

Después de aquello, pasé todos los años de mi vida aprendiendo nuevas maneras de defenderme, desde artes marciales a aprender a lanzar dagas. Vivía en las sombras, oculta por las noches con una botella de cerveza alemana en la mano en la mesa mas alejada dentro de algún bar, siempre en silencio, pensando, observando. Me convertí en mercenaria. Y mi talento y eficacia era tal, que la clientela que tuve me llevó a comprar una casa de gran tamaño a las afueras de Londres, pude contratar un mayordomo y unos cuantos hombres y mujeres para que se encargaran del mantenimiento de la casa, y conseguir otros lujos que solo alguien cuyo salario era como el mío podía conseguir. Pero con el tiempo, la verdad es que no se cual llegó primero, la soledad y las autoridades me conseguían a donde fuese en Europa, y fue cuando tomé la decisión de partir desde la costa española rumbo a América. Conseguí en los famosos Estados Unidos un pequeño pueblo más apartado del mundo que cualquiera que se me hubiese ocurrido antes, y manejé desde la concurrida ciudad de Nueva York hasta llegar a Storybrooke, Maine, donde me alojo ahora.


Recordar siempre duele, se siente que se reabren las heridas, pero lo que en verdad sientes no es eso, es el dolor que dejaste atrás, que lograste superar, aceptar y que a pesar de sentirlo pudiste seguir avanzando en la vida. Esto ha sido la historia de mi vida fuera de Storybrooke, esperen a que les cuente que he vivido en este pequeño pueblo apartado de todo.

Katrina Sinclair, cambio y fuera.